Un viaje ancestral: 5 experiencias con el pueblo mapuche
Por: Chile Travel - 27 agosto, 2021
Ubicada a 700 kilómetros al sur de Santiago, La Araucanía es una región modelada por volcanes, ríos y lagos, pero es, además, el lugar ideal para conocer a la «gente de la tierra». En este artículo te contaremos las 5 experiencias con el pueblo Mapuche que podrás hacer si viajas a Chile.
El pueblo Mapuche es el grupo indígena más numeroso y representativo del país. El pueblo araucano —llamado así por los españoles— hoy entienden el potencial de la tierra más allá de la agricultura. En base a eso, en La Araucanía se han desarrollado proyectos de etnoturismo que permiten entregar a los visitantes la posibilidad de vivir un intercambio cultural, ya sea durmiendo en una ruca, cocinando con productos recolectados de sus campos o participando de sus costumbres ancestrales, potenciando el turismo y las experiencias con el pueblo mapuche.
La tejedora de Curarrehue
A 45 minutos en auto desde Pucón, se encuentra el taller de Juanita Becerra, en Curarrehue. Rodeada de paisajes de colores ocre, azul y verde, la misma naturaleza encargada de inspirar el trabajo de esta joven mujer. Para Juanita, el color está directamente relacionado con la felicidad.
La tejedora nos invita a conocer su trabajo, una actividad que inició a los seis años de edad. Fue su madre quien la instó a aprender esta antigua técnica en que el tejido a telar se combina con el fieltro. En la cultura del pueblo mapuche es tradición que los padres y abuelos sean los encargados de traspasar sus conocimientos a los más jóvenes desde muy temprana edad.
A la usanza de sus ancestros, Juanita se involucra en todo el proceso: esquila a sus ovejas, lava la lana y las tiñe con materiales recolectados en su jardín. El tejido a telar es una tarea exclusiva de las mujeres del pueblo mapuche y las creaciones de Juanita cuentan con una simbología que se entrelaza con la historia de un pueblo que se niega a desaparecer.
Originalmente, los dibujos de los tejidos no estaban hechos al azar: a través de ellos se podía contar una historia o bien, dar datos específicos sobre el rol social de una persona, algo que parece indescifrable para quienes no forman parte de esta cultura. Para Juanita, los elementos presentes en su entorno —como la deslumbrante vista al valle de Curarrehue y el río Trancura— cobran vida a través de sus creaciones: ropa, accesorios y piezas de decoración que los visitantes compran para llevar consigo un pedazo de La Araucanía. Pero no sólo eso: además, la tejedora ofrece una visita guiada de la vida de campo que la rodea, invitándonos a conocer los animales y plantas que tanto la inspiran a ella y a su cultura.
Repostería con identidad local
El restaurant “La Cocina de Elisa” se encuentra justo al frente de la plaza de Curarrehue y es otra de las experiencias con el pueblo mapuche. Hecho completamente de madera, las repisas están repletas de coloridos frascos con mermeladas de murtilla y rosa mosqueta, conservas de changle y tallo de nalca, más otros productos endémicos de La Araucanía.
El fuerte de Elisa Cea Epuin es la repostería artesanal y es una de las experiencias con el pueblo mapuche. Su producto estrella es el piñón, fruto de la araucaria, árbol nativo de la región. “Todo lo aprendí de mi madre”, dice Elisa, orgullosa y sonriente. Sin embargo, no se queda sólo en lo dulce. Otra de sus especialidades son las empanadas fritas de changle, un hongo nativo del sur de Chile muy utilizado por el pueblo mapuche.
Entre los platos que destacan en el mundo indígena y que atraen a los comensales de La Cocina de Elisa, están las empanadas de digüeñes —hongos nativos—, y los piñones salteados en merkén, un popular aliño local que se prepara con cacho de cabra —variante del ají—, el que se seca y se usa como base.
Elisa nos invita a probar unas empanadas de digüeñes acompañadas de muday, una tradicional bebida de trigo. Fue esta misma pasión y dedicación por la cocina con identidad lo que la ha llevó a recorrer Inglaterra, Irlanda, Italia, Brasil y Perú mostrando sus preparaciones hechas con recetas ancestrales.
La ruca de Sandra
La gastronomía no es el único elemento del turismo que brinda el pueblo mapuche que hoy toma relevancia. Es el caso de Sandra Rain, quien deseaba tener su propia ruca, igual a la que usaban sus abuelos, las mismas que años antes habían dejado de construirse para dar paso a la modernidad del mundo occidental.
Junto a Eusebio Tranamil, su marido, Sandra hoy cumple su sueño de llevar el mundo del pueblo mapuche a los visitantes en la ruca que tiene en el jardín de su casa, en la comuna de Lumaco, a una hora y media en auto desde Temuco. Primero, lo hizo con la idea de cocinar, sin imaginar que su ruca se convertiría en un emprendimiento turístico.
Una ruca es un lugar para comer, dormir y almacenar, pero es, además, el centro de las actividades comunitarias y familiares. No tiene divisiones interiores y su espacio se organiza en torno al kütralwe, un fogón formado por piedras. Su acceso principal está siempre orientado hacia el nacimiento del sol y sirve para alumbrar, dar calor y cocinar alimentos.
Eusebio hace rucas a pedido y demora alrededor de tres meses en construir una, trabajando tres días a la semana. Parece un trabajo sencillo, pero puede tomar meses. Su construcción implica la ayuda de familiares que, al terminar la obra, son retribuidos con un mingaco, una gran fiesta de hermandad y gratitud en la que no falta comida y chicha.
Los visitantes pueden compartir con Sandra y Eusebio, aprender más sobre las rucas y disfrutar de comida típica preparada y consumida por el pueblo mapuche, como sopaipillas, tortillas de rescoldo, muday y yerba mate.
La ruta fluvial lafquenche del pueblo mapuche costero
Junto a dos habitantes de la región, María Victoria Ñancuán forma parte del emprendimiento que ofrece hacer la ruta fluvial lafquenche, un recorrido que se inicia en Toltén y continúa por el río Boldo hasta llegar a Queule, camino que antiguamente realizaban los pobladores de la comunidad para hacer trueque e intercambiar productos.
Este trayecto se hace en la lancha de Victoria Benavente, quien nos lleva por un camino dibujado con colores que parecen sacados de la ilustración de un libro de cuentos. Aquí abundan los humedales, las garzas blancas, los patos, los bosques de temo y pitra, y vacunos que pastan en libertad.
Al final de la ruta fluvial, en el muelle de la comunidad indígena Tomás Ñancuán, nos espera María Victoria Ñancuán, quien nos recibe con su ropa tradicional del pueblo mapuche y accesorios de plata, propios de su cultura: el trarilonco, un cintillo de plata formado por una cadena y colgantes, y el trapelakucha, una pechera con símbolos tomados de la naturaleza. Con su afable sonrisa, María Victoria nos invita a conocer su ruca, su camping y sus animales.
Los visitantes pueden quedarse a dormir en la ruca en una cama de lana de oveja y cuero. Por la mañana, María Victoria los lleva a sacar los huevos de campo para el desayuno y las hortalizas para el almuerzo, haciéndolos partícipes desde las primeras horas del día de la cotidianeidad del mundo costero del pueblo lafquenche, como uno más de la comunidad.
Lago Budi y Puerto Saavedra,
Ubicado entre las comunas de Saavedra y Teodoro Schmidt se encuentra el Lago Budi que, en realidad, es una laguna constituida por aguas del océano Pacífico donde se pueden vivir múltiples experiencias con el pueblo Mapuche. Aquí comparten sus manifestaciones culturales como artesanía, tejidos, gastronomía, entretención y excursiones por los alrededores.
Muy cerca del lago Budi se encuentra Puerto Saavedra, la principal ciudad costera de La Araucanía. Ahí habita Lorenzo Aillapán, poeta, músico y fiel representante de la cultura del pueblo lafquenche. Conocido en la comunidad como el «Hombre Pájaro» por su talento para interpretar el canto de las aves, Aillapán ha recorrido el mundo mostrando su arte.
«Ningún pájaro canta por cantar», asegura Lorenzo sobre este proceso de comunicación, un reflejo de la relación del pueblo mapuche con su entorno, en la que el hombre se siente parte de la naturaleza y no dueño de ella.
Lorenzo Aillapán fue reconocido como Tesoro Vivo por la UNESCO en 2012 por llevar el mensaje de los valores culturales y reivindicativos del pueblo mapuche a través de la enseñanza, la obra literaria y la interpretación del canto de las aves a través de la onomatopeya.
Hoy La Araucanía lo reconoce como un miembro importante de su comunidad a través de una estatua dispuesta en la costanera de Saavedra. Afuera de su casa, un letrero dice “Pullumapu Kimun Lueftuy, renacimiento de la sabiduría ancestral” que invita a los visitantes a hacerle una visita y compartir más sobre el pueblo mapuche y el arte de cantar como los pájaros.
A través de representantes locales como Lorenzo, el turismo ofrecido por el pueblo mapuche busca conectar a los visitantes con lo más importante de un país: su gente y sus raíces.
Vivir estas experiencias con el pueblo mapuche es hacer un viaje al corazón de la historia de Chile.